martes, 21 de julio de 2015

Camino del Norte (II)

El segundo día de nuestro periplo por el norte peninsular lo comenzamos perdiéndonos por Logroño. Salimos del hotel con la ruta de salida clara en la cabeza, pero al ponernos en marcha todo se torció. Casi media hora nos costó salir en la dirección correcta. En estos momentos es cuando pienso que tal vez mi empeño en no utilizar el GPS se está convirtiendo en una obsesión absurda. En fin, después de varias vueltas por las calles de Logroño, de ir y volver por el mismo sitio,  tomamos la A-124 en dirección al pintoresco pueblo de Laguardia, donde nos proponemos hacer la primera parada. Es pronto para parar, pero el pueblo merece la pena. Se trata de un pueblo medieval con una exquisita y cuidada puesta en escena. Nada de su urbanismo altera el aire medieval que todo lo impregna. Caben destacar sus vinos y bodegas. La parada también estuvo motivada porque pensaba que yo no había estado nunca allí, hasta que vi la plaza del pueblo y vino a mi cabeza el recuerdo de una estancia anterior, pero aquella vez sin moto.

Entrada a Laguardia

Calles pintorescas

Plaza de Laguardia

Homenaje al inmigrante

Plaza Nueva

Salimos de Laguardia por la misma A-124 que nos trajo hasta aquí. La carretera es buena, poco transitada y rodeada de viñedos a uno y otro margen. El día está nublado y gris, pero no amenaza lluvia. Vamos atravesando pintorescos pueblos como Samaniego, Ábalos, Labastida o Briñas, todos ellos en la margen izquierda del río Ebro. En Briñas tomamos la N-124 que nos lleva hasta Miranda de Ebro. Atravesar y salir correctamente de Miranda vuelve a ser un quebradero de cabeza. Tráfico, semáforos, peatones, atascos y señalizaciones no muy claras nos llevan a pasar más tiempo del que quisiéramos en la gran ciudad. Finalmente encontramos y tomamos la BU-535 que nos parece un remanso de tranquilidad.

Pronto entramos, otra vez, en el País Vasco y pasamos Zubillaga, Lantarón y Fontexa, para desviarnos por la A-2122 (o BU-530, más adelante) antes de llegar a Berguenda. Aquí la carretera se ciñe fielmente al río Ebro, en lo que se conoce como Valle de Obalina, lo que la llena de curvas y rebordes con zonas descarpadas a la derecha y el río Ebro permanentemente a nuestra izquierda. Este tramo resulta encantador y disfrutamos como enanos de la carretera y de todo el agreste paisaje que la rodea. Pasamos por Sobrón, Barcina del Barco, Quintana y seguimos por esta maravillosa carretera hasta Trespaderne, donde nos incorporamos a la N-629.

Vista del Ebro

Entrada al valle de Obalina

Joaquín junto al Ebro
Por la N-629 circulamos sin más historia, atravesando Nofuentes y Moneo, y siguiendo el curso ahora del río Nela, afluente del Ebro. En Medina de Pomar dejamos la nacional y tomamos la CL-628, que después de atravesar Villarcayo y Cigüenza, comienza a ponerse interesante al ajustar su perfil al río Nela de nuevo. Así circulamos hasta llegar a un pueblo de lo más interesante, Puentedey. Debe su nombre al puente natural de piedra sobre el que se hallan construidas una iglesia y un palacio.

Siguiendo la BU-526 llegamos hasta Soncillo, donde tomamos nuestra familiar N-232 durante sólo unos pocos kilómetros, pues en breve nos desviamos a la izquierda por la CL-630 que comienza a rodear el inmenso Embalse del Ebro, que ya comienza a ofrecernos una imagen de su grandeza. Bordeando el embalse llegamos al primer pueblo cántabro, Corconte, famoso por su balneario monumental. La CA-171 nos lleva a contemplar el embalse desde diferentes perspectivas y pasamos La Población y La Costana, pueblos llenos de restaurantes y zonas donde tomar un refrigerio.

Pero nuestro destino para comer es otro, así que seguimos por CA-171 que nos lleva a la bulliciosa Reinosa, que bordeamos por su circunvalación hasta tomar la CA-183 que nos lleva a Fontibre. Aquí si que debemos parar. Tenemos que contemplar el nacimiento de nuestro querido Ebro. Acostumbrados a verlo caudaloso y bravo por Aragón, aquí no es más que un pequeño reguero de aguas mansas y tranquilas. El lugar es muy curioso y preparado para el turismo, pero la parada y las fotos son obligadas. Comemos, y muy bien, en el restaurante que se encuentra a la entrada de la zona del nacimiento del Ebro.

Aquí nace el Ebro

Encantador paisaje

Vista panorámica

Fuentes del Ebro

Desde aquí hasta el Mediterráneo

Después de esta agradable parada, y con las fuerzas repuestas por el opíparo manjar que hemos degustado y el excelente servicio con el que hemos sido atendidos, salimos a por las motos y oímos tronar en la lejanía. La zona hacia la que nos dirigimos aparece con negros nubarrones de tormenta, así que decidimos ponernos los trajes de lluvia, pues parece que de hoy no va a pasar que nos mojemos.

En Espinilla tomamos la CA-280 hacia la derecha y en cuanto comenzamos a ascender la lluvia comienza a caer tímidamente pero con insistencia. Ya no parará hasta el final de la jornada. Pasamos pequeños pueblos como Saja, El Tojo, Fresneda y llegamos a Ruente, donde ya estamos en la  CA-180. En Villanueva de la Peña tomamos la N634 hasta el desvío de Santillana del Mar, donde la CA-131 nos lleva hasta Viveda, donde se encuentra nuestro alojamiento para hoy.  

Se trata del Hotel Cueli, cuyas paredes se encuentran repletas de fotos de ciclistas. Ante tal decoración preguntamos al dueño, que resulta ser el hijo del gran José Cueli y hermano de Faustino Cueli Arce, ciclista de la década de los 80 que militó con éxito en el equipo Teka.

Por la tarde, el paseo para descubrir Viveda nos mostró un pueblo desperdigado, con casas aisladas salpicando la sierra y con unos paisajes verdes que sólo pueden mantenerse a costa de una lluvia pertinaz que ahora nos da un respiro para estirar las piernas.


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